26 de mayo de 2016

¿Cómo?



Sólo era una ruptura más, una perdida más, una sonrisa que nunca volverían;
una ciudad con nombre, unas calles con recuerdos, canciones que nunca volveré a escuchar.
Sólo era otro golpe, otra herida abierta, otro "adiós";
un olor peculiar, unas costumbres, unos cuantos kilómetros.

Sólo era eso, se suponía que debía ser sólo eso... pero nunca se queda ahí.



No sé cómo voy a vivir ahora, qué voy a hacer con mi vida. Cada historia está marcada por nuestra vida personal, por los fallos y los errores que no podemos solucionar, que nunca sabremos por qué salieron mal, ¿donde tropezamos?, ¿en qué me equivoqué?, ¿en qué fallé?

No sé como decirte que aún tengo el poemario, ese que escribí para ti.
Tengo el anillo que me regalaste, y el llamador de ángeles que juraste nos haría estar más cerca; ambos han vuelto a la pequeña bolsita de terciopelo de donde salieron.

¿Sabes qué tengo también?; un montón de cenizas, de cartas que nunca te envié y quemé.
Las tenía metidas en una caja, y la caja entera ardió en la playa el día que te olvidaste de mi.

Tengo tarros llenos de lágrimas, una almohada llena de maquillaje;
miles de mensajes escritos que jamás recibirás.

Miles de mensajes que te decían una y otra vez que te echaba de menos, que te quiero.
Miles de mensajes que juraron amarte el resto de mi vida; hasta que la muerte nos separe.
Miles de mensajes que intentaban enseñarte que podías confiar en mi.
Miles de mensajes en los que te amé como nunca he amado a nadie.

Algunos los recibiste; otros jamás los verás.




Despedazado





Lo hice lo mejor que pude; o eso creo.




Quizás cai demasiadas veces en lo mismo; en las mismas excusas, las mismas mentiras, la misma trampa... una y otra vez. Quizás te amé demasiado; quizás te amo demasiado aunque ahora, ¿qué más da?

Tú por un lado, yo por otro, en una punta del país cada una; sin cruzarnos por la calle en un instante incomodo, sin mensajes que no van a obtener respuesta, sin esforzarnos por levantar algo que esperamos se mantenga roto.


Sí, me alegro de que esté roto, de que por fin se haya acabado el tira y afloja que abrió una profunda herida en quien soy; o quien creía que era. Y me alegro porque la distancia duele pero, en éste caso, jugará a nuestro favor; hará el papel de madre protectora, junto al tiempo, y yo dejaré de quererte en algún momento no muy lejano y tú dejarás de verme como la chica inofensiva y frágil que siempre creíste que era.

No soy una flor, no soy frágil ni débil, no necesito que me protejan ni esperen de mi que me porte bien; tengo mal carácter, soy cruel, fría, insolente y respondona; no obedezco a nadie, no escucho ni hago caso, me rijo por mis pensamientos y mi ética, y no necesito que nadie intente ocultarme la realidad. 



A pesar de lo que siempre creíste; no soy ciega.



¿Verdad?



Pensé en qué momento me enamoré de ti, en que instante comenzaste a ser algo más que una chica que me acogió durante un fin de semana y, ¿sabes qué?, recordé algo de aquel fin de semana, ha pasado casi un año y nunca podré olvidarlo; un momento entre partidos tirados en el césped artificial. 

Te habías quitado la camiseta, estabas echada boca arriba aprovechando que había nubes y el sol no quemaba la piel, y no recuerdo por qué motivo me incliné sobre ti, y, en algún momento, me quedé ahí, en esa escena en pausa. 

Fue la primera vez que te dije que tienes unos ojos preciosos y por algún motivo creo que ahí me enamoré de ti. Y pensé en cuanto podría resistir sin decírtelo, a todas horas, sin cortes ni publicidad; aquí y ahora, ojalá hubiera tardado más, ojalá me hubiera callado, ojalá no hubieras venido a agarrarme para que no me fuera, ojalá no me hubieras pedido que hablásemos.

He llorado mares al toparme con tu ausencia al llegar a casa, anhele encontrarte acurrucada entre las sábanas cada vez que entraba en mi habitación cuando ya ha caído la noche. Deseé, tanto, verte sentada en el sofá con tus apuntes sobre las rodillas, concentrada estudiando, sólo para poder abrazarte por detrás y molestarte. Ya no viviremos juntas, ¿verdad?



Me enamoré tantísimo de ti que olvidé el mundo entero por estar contigo, por cinco minutos más de conversación, por media hora escuchando tu voz, por una hora solas, tú y yo. Y, como siempre, no sirvió de nada; las chicas como tú, la clase de mujer que tú eres, no se enamora de una niña como yo. 



Nadie quiere una niña triste.




Adiós


Se acabó, ¿verdad?, nunca dimos para más. Me hiciste ilusiones, desde que no conocimos, me hiciste creer que algún día podría ser; que podríamos ser. He cometido muchos errores durante mi corta existencia y nunca me he arrepentido de pensar, decir ni sentir lo que sentía. Me enamoré de ti y fue error suficiente, puedo presumir de no haberme creído que tenía posibilidades. 

Sí, lo admito, hubo días que me imagine mil veces contigo, de ser en plural, pero fui lo suficiente cauta y desconfiada para no mantenerme en un estado de ensoñación eterno. Sigo creyendo que hiciste todo lo que hiciste, que me enseñaste todo aquello de ti que necesitaba, que me diste justo lo que yo quería; hasta que me enamoré de ti, hasta que te quise como nunca he querido a nadie.

Y ahora mírame, aquí, llorando noche tras noche, deseando escapar de cada una de las espinas que fuiste clavando en mi. Me he pasado las noches llorando en un intento de librarme del hielo que ha empezado a entrar en mi corazón. Intento, con todas mis fuerzas, evitar convertirme en la persona que detesto. Quiero evitar que desaparezca lo que soy. Y, esto; lo has hecho tú.