9 de agosto de 2015

Olor a verano




Olía a crema. Se pasaba el verano con la piel tostada y oliendo a crema de sol, a mar y a luz. 
Su vida cambiaba completamente cuando acababan las clases y tenía libertad total. Sin obligaciones ni tareas sus días los pasaba en la terraza, con los altavoces encendidos deleitando sus oídos con las canciones que en ese momento estuvieran en la lista de reproducción.
Se levantaba tarde, desayunaba poco, echaba un vistazo por su ventana y descubriendo que el sol volvía a brillar se ponía la parte inferior del bikini de palmeras negro, su camiseta dos tallas más grande y se dejaba caer en la tumbona tras echarse el protector solar.
Alguna vez bajaba por la cueva hasta la cala, donde nadie la molestaba, donde se bañaba desnuda en el agua cristalina, donde nadaba con peces y con suerte se cruzaba con algún delfín porque sí, en verano abundaban los delfines en ese lado de la costa. En aquellos momentos, en aquellos meses, ni siquiera se molestaba en ponerse sujetador, era un estorbo innecesario.
En la civilización, de vuelta a las clases, a la vida cotidiana, debía vestir de cierta manera pero, ¿allí?, allí no, allí la parte inferior del bikini y esa camiseta era todo lo que necesitaba.


Así que olía a crema, a mar, a sol y a verano.


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