9 de diciembre de 2014



A veces un sentimiento tan fuerte como la amistad se convierte en una necesidad sin llegar a ser amor, esas personas que sin llegar al plano sentimental y romántico son una parte imprescindible y fundamental en tu vida. Esas hermanas y hermanos perdidos que todos tenemos, y que, en la mayoría de los casos, conocemos por casualidad aquí, en Internet, y que viven a kilómetros de distancia.
Tras cinco años la quiero más que nunca, y la ilusión rota de vernos acabo así, en palabras lanzadas al vació de Internet esperando una respuesta.





Y quizás no sirva de nada, pero cada vez que cierro los ojos estás ahí, a mi lado, frente a mi, esperando en la estación escondida en tu abrigo. 

Y cada vez que cierro los ojos sé que te veré, quiero creer que es un refugio donde encontrarte, donde estar contigo, en el interior de mis ojos.
Y sé que nada volverá a ser como antes, porque yo no soy la misma para contigo, ni tú la misma para conmigo. Porque cambiamos, como personas, en relación y por separado.
Y mañana estaré sentada en la misma silla de clase que todos los viernes de este mes, y tendré siete horas de clase como tantos otros viernes, y sólo será un viernes más, todo será igual, pero no habrá un sólo detalle que se parezca.
Y a todo aquello que pesa sobre mis hombros se suman las lágrimas derramadas por no poder verte, se suman los gritos de mi piel que ansían que la acaricies, los cortes en el labio que no será mordido, y el lento latido de mi corazón por no poder decirte que te quiere al oído.





No hay comentarios:

Publicar un comentario