14 de octubre de 2014





Quizás solo caminé entre las ramas caídas, entre los pedazos de lo que en algún momento, hace mucho tiempo, fui. Evolucioné de manera asimétrica, desordenada, caótica.
Y en algún momento de esa evolución me alié con la Muerte; con la dulce voz del descanso eterno, con la tranquilidad del silencio más absoluto. Encontré en la oscuridad el refugio para el alma herida.
Y cantó para mí, y sonaron las teclas rotas del piano, y las cuerdas deshilachadas del desgastado violín.
Me enseñó todos los caminos entre la vida y la muerte, y prendió en mi mano la luz de la eternidad.
 
—Recórrelos con total libertad. — me dijo.
Y así hice.

No hay comentarios:

Publicar un comentario