29 de octubre de 2014




Frío. Hola.

Frío. ¿Qué tal?
Frío. Bien, ¿tú?
Frío. Bien. ¿Qué haces?
Frío. Nada, aquí, ¿y tú?
Frío. Igual.

Frío como el hielo. Insípido, insustancial. 
Me siento fría, lejana, distante. 
No puedo, ahora no, todavía no, contigo no.

No es que no sienta, que no me importe, que no reaccione ante tu presencia, es que has derribado mi estado de neutralidad. No me hacías falta. Sentía nostalgia por tenerte cerca, por la rutina nocturna, pero no tenía pesadillas, de hecho, dormía bien sin ti, te había sacado de mi cabeza o, al menos, te había desterrado al plano más interno de esta para no tener que verte si decidía recordar algo relativamente lejano.
Te echaba en falta y me olvidaba de ti a partes iguales, y gracias a eso mi corazón y mi cerebro se mantenían en equilibrio y me mantenían a mi en un punto neutro.

Y cuando volviste no supe reaccionar, no sé reaccionar, no se como tratarte, como hablar contigo, como sentirme ante tu presencia, ante tus palabras alegres que no hacen nada en mi estado anímico. Antes con solo imaginarte sonreír las nubes que amenazaban con levantar tormenta en mi interior se dispersaban, ahora simplemente no siento nada.
Me he vuelto fría con tu lejanía, con la falta del calor que despertabas en mí. Derretías todo ese hielo que tenía dentro. 
Ya no recuerdo como era tener un corazón que latiera rápido porque no estaba cargado de hielo, y sea como sea, no volverá a latir a esa velocidad en mucho tiempo.


       



No hay comentarios:

Publicar un comentario