28 de agosto de 2014


Desearía ser como mi sombra. 
No siente; ni amor, ni rabia, ni furia, es completamente libre a cualquier sensación humana, esos sentimientos que nos mantienen atados a la vida terrenal, a nuestros compañeros, amigos, familia. Solo tú y el sol, solo necesita eso, alguien a quien pegarse, una planta de los pies, una suela de zapato a la que mantenerse ligada. Un rayo de luz que la haga nacer y una inmensidad negra para poder dormir.
Fiel acompañante, hasta el día de tu muerte, para la eternidad. 
Sin responsabilidades, delgada, hermosa, perfilada o difuminada, definida o indefinida, borrosa. Doble, triple. Tan solo dale luz.
Junto a ti para siempre. 
El único amigo y acompañante que te dejan llevarte a la tumba. 
No se queja ni discute. Acata todo lo que dices y si haces algo... te acompañara sin importarle las consecuencias. Es dependiente pero, que bien sienta depender de alguien, saber que esa persona se para de vez en cuando a mirar por ti, a observar como avanzas, como creces. Sienta ver que alguien se quede contigo mientras mueres.








La habitación oscura y solitaria, las paredes de sombras y el aire cargado. Una habitación de música, de melodías, risas y sueños que perdieron su importancia.
Una habitación circular con ventanas en las paredes; desde el suelo hasta el techo, tan solo ocupada por un piano de cola. 
En mi imaginación era mi sitio para escapar, para salir del mundo de guerra en el que vivíamos. En la soledad de la sala de blanco, sonaba la canción que revolucionaba el momento: Imagine, de Jonh Lennon. 
Se sentaba en el piano y tocaba, ni siquiera abría las contra ventanas. Cuando llegaba yo, tocaba en el silencio de la habitación, donde por todos los medios intentaba huir del mundo que nos toco habitar. Intente imaginarme a Jonh leyendo en el jardín en vez de sentado en el piano, hablando conmigo en vez de susurrar su canción por toda la casa. Me imagine como seria Jonh si hubiera nacido en otro siglo, en una época sin miedo y guerra. Lo imagine saliendo de casa a pasear en primavera, imagine los rayos de sol en su piel, el sonido de su risa. Mi imaginación volaba a otro mundo y yo no podía ni quería evitarlo.
Su voz retumbo en mi cabeza y el sonido de las teclas devolvieron mi mente al lugar del que salio. Jonh seguía sentado al piano, tocando y cantando su canción, su particular signo de rebeldía. La habitación había cobrado vida con la luz filtrándose por las ventanas.
Le mire con atención y sonreí con inocencia. Camine en silencio y me senté a su lado, nuestra relación siempre había sido silenciosa. Sabia que no era posible, que Jonh se quedaría en el mundo de la música, pero nadie nos prohibía imaginar.


Felicidad irracional sin fundamento, la alegría a todas horas, la necesidad de hacer algo tonto, algo descabellado, la necesidad de escuchar una canción que te vuelve loca y bailar. No importa lo que los demás piensen de ti y en este mundo todo es perfecto. El sentimiento al abrir los regalos de Navidad bajo el árbol. Esa frase de 'nunca me aré mayor', esa promesa de infancia una tarde de verano después de un día de piscina, merienda con los amigos y risas. Esa promesa tumbados en el prado, ese 'Prometemos que nunca dejaremos de ser niños' Esos momentos en los que te abrías comido el mundo con patatas y kétchup, en los que te creías superhéroe...o princesa. Esas tardes de verano en las que no tenías que estar en casa, esas tardes en las que; con un bocadillo, una bebida y tu bolsa particular de sueños cargados en una mochila, cogías la bici y te dedicabas a perderte. Esos momentos de la adolescencia en los que había millones de personas a tú alrededor y tu solo necesitabas a una.
Al olvidar te conviertes en lo que en la sociedad se llama adulto. Lo peor de todo, es que el olvidar no es opcional, ni voluntario. En las lágrimas derramadas, caen todos los recuerdos, sueños y deseos de la infancia y adolescencia. ¿Pero sabéis que? Se puede recuperar. No todos los adultos deciden recuperarlo, muchos ni siquiera llegan a saber que perdieron su infancia. Para ellos hacemos tonterías. No saben que hay en nuestra cabeza, porque el 90% de las veces no hay nada… ¡somos niños! Somos irracionales y descabellados por naturaleza.
No dejes que ningún adulto te encierre y reprima tu niño interior. Si olvidas lo que es soñar, intenta recordar.



21 de agosto de 2014


Reivindicando Blogger (proyecto cerrado)

Click en la imagen para ir al Blog.

En este blog (↑) hemos comenzado un proyecto llamado "Neminis Terra".
En el proyecto colaboramos una serie de Bloggers (si lleváis un tiempo en Blogger deberíais conocerlos) para crear un mundo de fantasía individualizado. Es decir: Neminis Terra, se podría decir, es el mundo general, el continente, planeta, región...etc., y el trabajo de cada uno de nosotros es crear un reino/ciudad/villa donde se desarrolle una historia pero sin interferir en otros reinos u otras regiones ya que cada relato es individual. Así, al final, tendríamos un mundo de fantasía generado por veintiún Bloggers.
El plazo se cerró ayer y ayer mismo abrimos el blog por lo que solo esta incorporada la entrada explicativa además de las fichas de participantes, administradores... además de algunas pestañas que, por motivos obvios (calendario y entrevistas), aún están vacías.
Empezaremos a publicar todos, cada uno en su blog, a final de mes. Yo publicare aquí por lo que os tragareis mi relato de fantasía (¡bien, viva, ya no más reflexiones deprimentes! - Si. Os imagino como seres diminutos hartos de mis melancólicos textos).
Para dar algo de publicidad (aunque sea poca) a mis chicos y chicas Blogger, os dejo los nombres y Blogs por aquí abajo. Ya sabéis, pasaros, ser buenos y esta prohibido enamorarse de ninguno. Son todos míos.

>Mundanos sin ningún tipo de poder. (Súbditos)
— Angellica L'Arc en Ciel (Angie): http://angellicasplace.blogspot.com.es/
— Clavecinista Oscura: http://angellicasplace.blogspot.com.es/
— Nova Grosvenor: http://onirolita.blogspot.com

>Seres todo poderosos. (Administradores)



20 de agosto de 2014


Me pregunto muchas veces como sera mi futuro. 
Quiero ser madre, casarme con la mujer de mi vida. Quiero formar una familia y pasear por la playa de la mano de mi mujer mientras mis hijos corren manchándose los bajos del pantalón con agua salada y arena. Quiero que en mi casa se escuchen los pequeños pies de un niño corriendo, gritos y pataletas. Quiero tener el futuro que cualquier persona puede tener. Cuando pienso esto comienzan las dudas. 
¿Quien se quedara embarazada, yo o ella? ¿Adoptaremos? Pero la que mas habitúa mi mente es, ¿como nos llamara nuestro/a hijo/a? No lo sé, es muy complicado. Me gustaría estar segura de que seré buena madre, que seré buena esposa y que tendré un matrimonio de los que duren. Me gustaría saber como les explicaremos a nuestros hijos que tienen dos madres, que no tienen padre. Son muchas preguntas, muchas cuestiones que rebotan en el interior de mi cabeza, desordenan mi cerebro y vuelven todo mi cuerpo un caos. Me pregunto también ¿Con quien me casare? Espera, no. ¿Con que tipo de mujer me casare? 
¿Sera divertida, sincera, honesta, simpática y agradable? ¿Le gustara ir a la playa y dar paseos interminables? ¿Le gustara mirar el mar con el anochecer y acurrucarse entre mis brazos sobre la arena húmeda?  ¿Le gustara volar? ¿Deportista, lectora, escritora, loca, psicópata? Son miles y millones de alternativas las que discutir, perfeccionar y encajar para que salga mi mujer, la mujer con la que el destino me tiene enlazada. Tengo una breve idea de como quiero que sea.
Quiero una mujer simpática, honesta, divertida, cariñosa y sincera. Tendrá la misma altura que yo, el pelo castaño oscuro, negro o pelirroja, unos ojos intensos y profundos. Le gustara leer pero sera de ciencias, así siempre tendré algo que aprender de ella. Una erudita. Le gustara el deporte y el chocolate. Se acurrucara contra mi por la noche, en la cama, mi sonrisa completara la suya. Cuando ella aparezca sonreiré como una idiota y mis ojos se pondrán vidriosos, y día tras día,  minuto a minuto, segundo a segundo pensare, ¿Como es posible que me quiera?


Estas sola, no hay nadie mas en el baño. Sientes como poco a poco se desgarra tu corazón, se rompe en mil pedazos y cada cachito de cristal refleja un momento importante que como algo del pasado y recuerdo amargo corta, araña y daña tu interior. Te haces una bola y metes la cabeza entre las piernas. Todo lo que amas, absolutamente todo lo que te hizo sonreír como una boba ayer hoy te hace llorar. Su risa, el brillo de sus ojos, el sonido de su voz, su olor... El corazón comienza a latir con rapidez, desbocado, incontrolable. 
Apoyas la cabeza en la tapa del váter. ¿Como tienes tantas lagrimas? Escuchas los pasos fuera, ves sus botas por la apertura de la puerta. Pica y pregunta, que pregunta mas imbécil. ¡No, no estoy bien!
— Déjame entrar.
Pero no te mueves, ¿Para qué? 
Agarras con fuerza la camiseta. Bajo esa ropa y esa piel late tu corazón y late por ella. Sigue picando a la puerta, llamándote, exigiéndote que abras pero no lo haces, te quedas allí, quieta, inerte, como si no responder, no respirar y no moverte te hiciera invisible. Su olor, dulce, agradable, fresco, te inunda y gritas, gritas de dolor porque la presión que había en tu pecho crece, crece como si el corazón quisiera salir y saltar sobre ella, a por lo que por derecho le pertenece. Eres la jaula de tu corazón, el cuerpo que almacena todos los sentimientos que él, como ser independiente y libre, se cree con derecho a hacerte sentir. Las amenazas no valen de nada y por fin, acabas gritando. 
— ¡ESTOY BIEN!  Se calla, como no va a callarse. Te entierras de nuevo en ti misma y no sales, te quedas ahí, hecha una bola y decidida a morir allí mismo, en los baños del instituto. 
¿Porque no merece la pena vivir? ¿Porque hace tanto daño? Estiras las piernas, echas la cabeza hacia atrás, respiras hondo. Sigues llorando, susurras su nombre y algo al otro lado de la puerta capta tu atención. Te mueves, te arrodillas y sacas la mano. 
Se enreda alrededor de tu mano. Sus dedos se entrelazan con los tuyos. Has susurrado su nombre y ella seguía allí. Te ha oído. Aprieta tu mano y tú sigues llorando. Algo dorado y brillante destella en uno de sus dedos y como un acto reflejo, como algo que quema apartas la mano y te arrebujas en la esquina deseando salir corriendo de allí. Su mano ha quedado ahí, bajo la puerta, y no puedes dejar de mantener tu cuerpo en tensión. Susurra palabras, disculpas, una petición. ¿Duele? 
Un grito silencioso, un grito de amor, de amor eterno, de amor profundo, imposible, inalcanzable y como ironía,  ella esta allí, junto a tu puerta, esperando a que salgas... ¿Para hacer qué? 
Se acaban las lagrimas y ya no tiene sentido seguir allí.  Te levantas, te tiemblan las pierna. Te acercas a la puerta y quitas el pestillo. Ruido al otro lado. Abres la puerta y ella esta allí, de pie, mirándote de frente, preocupada. Pasas a su lado y corres a clase. Va detras de ti pero no te alcanza, no puede, eres mas rápida, ¿Qué es mas rápido que un corazón huyendo? 






Han pasado los días, semanas, meses, casi un año. Han pasado primaveras y veranos, el invierno y otoño para dejar los sedimentos necesarios para tapar su nombre. He llorado, amado y vuelto a caer, como una montaña rusa. Esa es la sensación que tienes cuando estas enamorada y pase lo que pase, sigue siendo imposible olvidar su nombre, no querer tenerte entre mis brazos, desear que sonría cuando aparezco. 
Sus ojos, sus labios de fresa, el pelo sedoso, revuelto al viento, rebelde ante el cepillo. Su sonrisa, blanca, pura, dulce, cálida .. ¿Puedo hacerla sonreír? ¿ Sonreiría para mi?
La he oído cantar y cada fibra de mi ser aplaudió cuando acabo, riendo como una tonta y segura de que tendría "esa sonrisa boba" ¿Y que puedo pedirle? "¡Canta! ¡Canta para mi! Cántame lo que sea, lo que tu quieras, no me importa, solo quiero escucharte."
¿Porque no podía dejar de mirarla? ¿Porque con tan solo el movimiento de su mano, de su pelo, el brillo de sus ojos verdes me cautivaba? ¿Porque solo existía ella?
Solo existía ella porque mi corazón lo decidió así, solo la veía a ella porque el brillo de su sonrisa, la dulzura de su voz, porque en la calidez de su mirada erradicaba cualquier intento externo de llamar mi atención. Yo no podía hacerla sonreír, era imposible. Decidí dejar de intentarlo cuando me puse nerviosa la primera vez que la vi. ¿Como puede causar alguien que mide menos que yo ese efecto tan intenso?





¿Alguna vez os habéis parado a pensar cuanto de vosotros vale la pena? 
Cuando el MP3 se pone en aleatorio y solo salen canciones tristes y deprimentes, y tu cabeza comienza a repasarte porque algo dentro de ti no esta del todo bien. Esas canciones lo hacen florecer y junto con eso un millón de cosas que has hecho mal, en las que has fracasado o en las que has hecho daño a alguien, en las que has perdido algo importante.
Comienzas a dividirte en partes, fragmentos de tu propio ser que en conjunto definen tu manera de pensar, de ser y de sentir. Y vas tachando y vas viendo que quedan pocas partes de ti que no se hayan echado a perder, pocas características de las que no poseas también el negativo. A veces creo que solo poseo el negativo. 
Empiezas a pensar a cuantas personas has herido, cuantas meteduras de pata has tenido con la persona que más te importa, a la que juraste proteger, cuidar y secar las lagrimas con tus payasadas. ¿Cuantas veces has provocado sus lagrimas? ¿Cuantas veces has sido tú el culpable de su tristeza? 
Hay veces que sentí que la perdía, que una tontería que no he cometido yo podía separarme de ella y no hacerla volver. Y aunque no desaparezca de mi vida, esos momentos en los que me dice "Necesito estar sola" o "Ahora no quiero hablar" me desgarraban por dentro y abrían todos los parches que lleva mi corazón mecánico. Me desgarra pensar que no soy capaz de cumplir mis promesas y es morir en vida que me lo recuerden. 
Ya sé lo que hago mal, sé lo que esta mal dentro de mí y aunque cueste entenderlo intento remediarlo, intento cambiarlo y ser cada día mejor pero no puedo cambiar de la noche al día, de la misma manera que una herida tarda en curarse, yo tardo en crecer y evolucionar. Quizás solo necesite que alguien confié en mí, que crea que puedo. ¿No lo habéis sentido alguna vez? Que con que esa persona te diga que si puedes, que cree en ti, es como revivir. Si no existiera esa persona que te quiere, sea amigo, familiar o pareja, nadie saldría adelante, ninguno creeríamos que podemos hacer algo bien. Somos algo gracias a los demás.
¿Y cuando falta esa persona? ¿Cuando estas tú sola en tu habitación? Cuando no tienes nada a lo que atarte, cuando no hay nada ni nadie que te distraiga y aunque intentes poner tu cabeza en otra cosa siempre vuelve, una y otra vez, como la marea obedece a la Luna. En esos momentos no es cuestión de "Yo quiero..." es cuestión de "Yo puedo..." y no, no puedes, no puedes alejarlo, encerrarlo, arrinconarlo ni atarlo y correr. No puedes. Y como no puedes te ronda, como un buitre a un cadáver, esperando que caigas en el precipicio, que te rompas todos y cada uno de los huesos, y entre bocanada y bocanada de aire luches por tu vida. 
Y es así como quedas cuando te metes en la cama por la noche, cuando manchas la almohada del rimel (si eres tan desastre como yo y no te lo quitas antes de meterte en la cama) y todo tu cuerpo comienza a dolerte. Cuando el corazón late más lento creando un vació entre las escaleras de tu caja torácica, el esternón y los pulmones.
Y yo no quiero seguir sintiendo eso. No quiero sufrir más.



Y pensé que no sucedería nunca, que no estaba hecho para mi, que era complicado y difícil, que yo no tendría mi final feliz. Soñé con ese final y apareció ella, sus ojos marrones, su pelo largo y castaño, sedoso y brillante a la luz del sol. No era alta, de hecho media menos que yo pero en mis sueños se sentaba en un sillón bañado en oro y presidía mis deseos y añoranzas. Jamás llegue a verla de cerca, siempre fue el todo que no podría alcanzar nunca, el futuro del que yo carecería siempre. 
Comida por el insomnio y la falta de alguien a quien amar me pasaba las noches sollozando un nombre inexistente, añorando a una mujer que no conocía y deseando que mi visitante nocturno Insomnio se marchase para dejarme verla una vez más. Me enamore de un sueño y todas las mañanas al despertar veía sus ojos, sentía su calor y olía su dulce perfume. Vivía por y para soñar, sólo con tal de conseguir verla a ella. Llegó un momento en que deseaba alcanzarla, escalar los más de 1000 peldaños hasta su trono y decirle lo que me sucedía, el amor inexplicable que sentía por una creación de mi mente. El día que la tuve delante desperté antes de verla, sólo recuerdo su sonrisa. 
Fue esa semana cuando mi insomnio se hizo más persistente, esa semana que me sacaron de casa a rastras para tapar con baile y risas las ojeras que se marcaban en mis ojos. Esa noche la vi.









18 de agosto de 2014










Ya se había acostumbrado a esa venenosa manera con la que su cuerpo reaccionaba ante ciertos recuerdos. Ya se había acostumbrado al gran vacío que aparecía en su pecho cuando llegaba su nombre a la parte más superficial de su subconsciente. Ya se había acostumbrado al dolor constante encarcelado en algún profundo lugar, en algún órgano poco importante. Ya se había acostumbrado a no poder superarlo. 
Se había acostumbrado a pasar semanas sola en el hospital desde que tenía dieciocho años casi diecinueve, a no respirar durante días para que la maquina lo hiciera por ella, a tener que medicarse todas las noches como precaución. Se había acostumbrado a estar enferma de por vida por algo tan humano como amar.
Se había acostumbrado a la sala insípida y deprimente de la psicóloga a la que tenía que ir todas las semanas desde su salida del hospital. Se había pasado dos horas todos los miércoles durante más de año y medio reunida en esa sala con Úrsula; una divorciada que sintiendo que su vida no valía nada decidió estudiar psicología cuando tenía treinta años. En su opinión de entonces, en aquellos lejanos dieciocho casi diecinueve años, esa mujer pelirroja de intensos ojos azules no tenía mejor estado anímico que ella.
Pasaban muchas horas en la azotea de su bloque de edificios (donde la psicóloga tenía la consulta), tumbadas sobre una manta y un montón de cojines deshilachados mirando el cielo o con los ojos cerrados. Otros días a Úrsula le daba por entablar una conversación o ayudarla con sus estudios. La mayoría de los días, en invierno (cuando se dieron las sesiones), se sentaban en un gran sofá espalda con espalda, mirando a un lado de la habitación cada una hasta que pasaban esas dos horas y ella se despedía sugiriéndole que repintara el despacho y pusiera muebles de ese siglo. Nunca le hizo caso y se marchó de la consulta el último día viendo ese horrible reloj de cuco en la pared frente a la puerta de madera desgastada que hacía de ese ridículo piso parte de un edificio.
Algunos días, en sus mejores días, simplemente se preguntaba ¿qué pasaría cuando se cansara de que controlasen su vida?, ¿qué sucedería cuando decidiera que quiere poder hacer algo por si misma sin que nada ni nadie interfiera? En esos días, que las tonterías de niño de su hermano pequeño le sacaban una pequeña y débil sonrisa, se podía tumbar en la cama de lado, abrazada a la almohada cuando llegaba su hora de acostarse, y despertarse al día siguiente sintiendo que el cuerpo no le pesaba tanto.
Otros días, la mayoría de ellos, su madre recordaba su vida desde que cumplió los diecisiete mientras intercalaba comentarios, la mayoría de las veces recriminaciones de madre como “te lo dije” o “deberías haberme hecho caso”. En esos días se hacía solo una pregunta, ¿qué pasaría si usase la cinta americana que había en el segundo cajón de la cocina con su madre? Muchas veces durante su adolescencia se preguntó que sería mirar a tu madre y sentir que no podrías vivir sin ella.
¿Se puede estar enamorado y desenamorado a la vez? Es como si careciera de ese órgano o esa parte de mi cerebro que me indica que estoy enamorada de alguien pero al mismo tiempo se me altera el pulso cuando escucho el pitido del móvil, deseando que aparezca de nuevo.
Se podría decir que estoy enamorada de lo que fue, de lo que nunca quiso ser y ya nunca sera. Estoy enamorada de un recuerdo pero que ya no es una persona real, de alguien que vio como era ser diferente y decidió empezar a engañar para ser como los demás hasta convertirse en otra copia vacía de plástico. Estuve enamorada de esa copia de plástico mientras todo el mundo me preguntaba, "Si nunca vas a estar con ella, ¿para que la quieres?". Creo que la respuesta correcta es "¿Por qué respiras si sabes que algún día morirás?"
No puedo decir sin más que lo he superado, que ya no me importa lo que haga porque podría engañaros a vosotros pero no a mi. Me importa, y me importara siempre, pero ya no la amo y la pregunta que puedo hacerme sobre ella, y podre hacerme durante el resto de mi vida es ese vago "¿y si...?" que tengo que soportar algunas noches. Estoy enamorada de la nostalgia de sentir amor.


No soy perfecta; no tengo unos ojos bonitos, una bonita sonrisa, un buen cuerpo. Ni siquiera una personalidad intachable, pero te he amado como nadie te amara y aunque ahora no me hables, no quieras verme, creas que he rehecho mi vida y que no te necesito te pido que te acuerdes de mi, de lo que fuimos, de lo que nunca seremos. 
Te pido que si algún día no sé que hacer y te busco vuelvas a formar ese pilar fuerte e inamovible que fuiste alguna vez. Si algún día me pierdo, por no querer luchar contra todos los demonios y fantasmas que habitan en mi interior, te pido que vengas a buscarme. En tus brazos esos temores se disipan. 
Si algún día me doy al abandono, te pido que tires de ese cordel rojo invisible que nos mantiene unidas. Si algún día me encuentro en el punto más alto de la ciudad y observo el suelo como una extensión infinita de muerte, te pido que me tiendas la mano y me salves. Si algún día no puedo dormir y recurro a ti en busca de unas palabras de consuelo, de una charla nocturna que amanse la bestia que crece en mi interior, te pido que me cuides, aunque solo sea esa noche.
Te pido, si algún dejo de creer en mi, me dejes creer en ti. Déjame seguir considerándote mi motivo para vivir, para despertarme todos los días, para aguantar otro día más.
Por si algún día dejo de estar en este mundo, y no puedo decirte todo lo que me gustaría haberte dicho, déjame decirte lo único que necesitas saber. Te quiero.


5 de agosto de 2014




Los adultos nunca entendieron que le veíamos de divertido y emocionante a surfear de noche.
Supongo que nunca se preguntaron porque le di esa capa de pintura adicional a mi tabla nada más llego de la tienda y supongo que nunca han bajado al garaje de noche.
Realmente creo que mis padres no saben que es la pintura fosforescente. 

Cuando teníamos un día de buenas olas decidíamos reunirnos todos en la vieja taberna, que servía para guardar los equipos, después de medianoche y salir al mar.
Recuerdo un día en concreto que teníamos a la luna de admiradora y solo se oía el lejano sonido de las olas rompiendo en el acantilado que cerraba la playa por la derecha. Las tablas brillaban en el agua y surcaban las olas proclamandonos reyes del océano.
Si yo fuera Poseidón habría tenido envidia.
Esas noches de verano en el pueblo de mi madre donde pase gran parte de mi infancia era lo que me hacia sentir que aun pertenecía a este mundo y que, al mismo tiempo, era un ser insignificante comparado con la magnitud del universo que se extendía sobre nosotros.
Muchos eramos los valientes, quizás locos, que nos lanzábamos al agua, pero también eran muchos los que se quedaban en la orilla sentados en la arena alrededor de una hoguera improvisada observando el espectáculo y aplaudiendo con cada buena ola conquistada.
Puede que saliéramos también en algún periódico local y claro, siempre nos acarreo problemas ese pensamiento sobreprotector por parte de los adultos.
En un pueblo donde tu vecino de la derecha y tu vecino de la izquierda eran tus abuelos paternos y los hermanos de tu madre, era difícil pasar inadvertido.
De cualquier manera, daría mi instinto protector de madre por salir a surfear de noche en vez de quedarme en el hall de casa esperando ver el coche de mi hija mayor aparcar en el garaje con la tabla brillando atada a la baca del coche.






A veces soñaba con alcanzar la Luna, llegar hasta las estrellas o rozar el cielo con los dedos. 
Cuando podía escapar salía corriendo lejos y subía al edificio más alto de la ciudad. El hombre que guardaba la puerta del gran rascacielos ya la conocía y en la noche cerrada la dejaba entrar y dormir rozando las estrellas. De hecho, tenía allí montado su pequeño rincón, donde nadie podía perturbarla o molestarla, donde amanecía muchos días entre los cojines rojos de terciopelo y el aroma a café del termo que el hombre le daba cada mañana.

Una noche el dueño del rascacielos se acerco a la azotea en noche cerrada y abrió la puerta extrañado de no ver al hombre apostado en la puerta. Llevaba un mal día en el hotel, no le apetecía volver a casa y encontrarse con su esposa borracha y la botella de whisky vacía.
Se lo encontró sentado en una silla observando algo en el suelo, una pequeña chica que debía medir como mucho un metro sesenta, durmiendo plácidamente sobre una gran alfombra en tono caoba y negro y un montón de cojines de un rojo sangre. El veterano jefe de seguridad parecía ensimismado con la chica y el experto ojo del dueño del hotel no perdió detalle de esa diminuta figura.
La luna extendió sus rayos por encima del bordillo de aquella azotea perdida en las alturas de Nueva York y avanzo centímetro a centímetro hasta iluminar la piel de la joven.
Su precioso pelo castaño con reflejos en rojo y dorado comenzó a tornarse blanco allí donde la luna posaba su mirada, y cuando la luz la acuno por completo la chica se había convertido en el reflejo de la creación pura.
En ese momento de la noche, cuando la luna se hallaba en el punto álgido la chica se levantaba aún dormida y despertaba a la noche con un despliegue de luz y energía.
En sus ojos castaños brillaba la fuerza de un astro.
Hija humana de la Luna.




2 de agosto de 2014



Un brillo deslumbrante, la trampa ya está echada.
La media luna brilla, el aire se vuelve ligero, la sangre circula, la piel se pone de gallina, los pulmones se hinchan, el oído escucha dejando entrar esa dulce melodía.
Ves la luz en el fondo de los ojos castaños, escuchas la risa que rebota en su garganta, sientes el calor que desprende su cuerpo, saboreas con los ojos cerrados y la boca vacía cada palabra que con vibración desprenden sus labios rosados.
Entierras los miedos; esos que no te permiten disfrutarla, que te ciegan y atormentan un alma pura que fue maltratada por el tiempo, que luchó a escudo y espada. Lentamente, en un movimiento inconsciente, con un lento descenso de la mano bajas esos miedos, los sitúas en el lugar más alejado, el más próximo al suelo. 
Eres libre para abandonar la consciencia y adentrarte en el mundo sensible. Dejas caer la carcasa de tu cuerpo maltratada sobre una superficie suave y con los ojos abiertos escuchas el vibrar.
La luz se abre camino en tu interior dejando atrás la oscuridad olvidada, algún día no necesitarás enterrarla. Descubres un corazón cálido, un latido ardiente, una necesidad obsesiva. Entiendes a la estatua de mármol desnuda armada, el Dios del Arco Desnudo. 
Flechas que vuelan invisibles al ojo humano, visibles al ser inconsciente. Recibes el flechazo en el centro pero, a pesar de no ser la primera flecha que rompes, la primera punta que sacas, la primera herida que sangra, es diferente.
El dolor reconforta, no duele. Te hace sonreír, no llorar. Te sientes alegre, ni triste ni enfadado.

Vuelve el ser consciente y te incorporas. Despiertas, ya no sangras, la herida no está.
Miras a la derecha, a la izquierda, y te cruzas con las puertas de madera a su interior. Baja el miedo.
Se convierte en un ser inconsciente y ves su herida, en el mismo lugar que la tuya, pero ella tampoco llora, no está enfadada ni triste, es feliz y sólo necesita una única cosa de ti.


Sonríe, sonríes.






Esclavo.
Esclavo de la piel, esclavo de las caricias, del roce.
Esclavo de los besos, del calor se sus labios.
Esclavo del olor, del perfume.
Esclavo del gusto, de su sabor, del azúcar de su piel, de la miel de sus labios.
Esclavo del oído, de la melodía, de la voz, de la risa.
Esclavo de los ojos, de la vista, del color de su piel, del marrón profundo de sus ojos.
Esclavo de los sentidos, de lo sensitivo.

Esclavo del deseo, del sexo, de la pasión.
Esclavo del movimiento, de la cercanía de su cadera, del enredo de las piernas.
Esclavo del fuego, del calor interior, del ardor de piel.
Esclavo de la lujuria, de lo sensitivo.

Esclavo del amor; del dolor, de la felicidad.
Esclavo del amor; de la risa, del llanto.
Esclavo del amor; de la felicidad, de la tristeza.
Esclavo del amor; de la efusividad, de la dejadez.
Esclavo del amor; del momento, del después. Esclavo del corazón, de lo sentimental.

Ahora abres lo ojos y te das cuenta, asientes con la cabeza y admites;
"soy esclavo; esclavo en acto y en pensamiento, del cuerpo y del alma. 
Soy tu esclavo."






Giro por mil rincones, me muevo adelante y atrás por corredores siniestros, lugares escondidos. Encuentro plazas vacías, calles sin final, lugares en blanco. Levantó el cemento buscando la entrada a ti.
Abro los armarios en busca de la llave, la que abre las puertas, la que doblega a las cerraduras de tu corazón herido. Alma encarcelada en busca del aire, falta de oxígeno, deseosa de libertad. Caballero de corcel blanco, armado y valeroso, héroe de tu silencio.
¿Alguna vez estuvo encerrada?, ¿tuviste los cerrojos?, ¿valía de algo la llave?.

No, no me cerré, mi alma siempre estuvo expuesta.
No busques maneras de entrar, giros, escondrijos, puertas secretas a mi centro. Una recta es todo lo que necesitas. No es complicado, enrevesado ni difícil, las puertas al alma nunca existieron.

Te afanaste en buscar caminos perdidos, hallaste lugares en blando, callejones sin salida, estrechos pasos sólo para entrar en mi, para conocer mi corazón. Perdiste tiempo, ahora no te queda, y sentado a las puertas de mi alma piensas cómo es el amor; y al borde de perecer te das cuenta, dejas de ver las puertas, dejas de ver las cerraduras, pero ya no te queda tiempo y en tu último suspiro, un hilo de cordura;


"...el camino para el amor es una línea recta, un camino ancho y gustoso de recorrer".







Ella era diferente.
No por su sonrisa sincera, su manera de hablar con los ojos o su saber escuchar. Su mente funcionaba de manera diferente desde que era pequeña. 
Todos sus compañeros del colegio, en Primaria, temían a la oscuridad, a los monstruos, a las gárgolas que adoraban los desagües de la catedral. Ninguno se acercaba al cementerio en verano cuando hacían acampada a las afueras ni se subían al tejado al anochecer para contar una y otra vez las estrellas.
Ella amaba la noche.
La noche cerrada en la que no hay Luna algo dentro de ella despertaba y se veía caminando por el cementerio, sentándose en las lápidas donde buscaba su lugar en el universo. Siempre supo que era diferente, siempre supo que dentro de ella había algo que estaba mal, que no funcionaba. 
Su peculiar pasatiempo consistía en levantarse al alba y con el cuaderno correr hasta el cementerio donde una peculiar estatua de un demonio le daba los buenos días. Sus compañeros odiaban esa vieja y roída pieza de piedra. Decían que era un monstruo.
Muchas veces se preguntaba como podían decir semejante barbaridad. ¿Era más monstruo un ser por tener cuernos, cola y colmillos que un humano que asesinara a su familia? 
En su día a día se había encontrado con gente, muerta o viva, en la calle o en el cementerio, real o de piedra, y ninguna le había parecido horrenda. Todas las cosas tienen una perspectiva de belleza.
Una vez, cuando sus compañeros llamaron monstruo a esa estatua que la acompañaba en sus amaneceres, les dijo:

"Dibujar un monstruo y ahora decidme, ¿por qué es un monstruo?"




El amor es eso que nos hace libres y nos encarcela al mismo tiempo,
que nos hace alcanzar el cielo y conocer la llamas del infierno.

El amor es eso que te puede salvar la vida o te la puede destruir,
que te puede dar el aire o privarte de él.

Es el bien y el mal al mismo tiempo, la destrucción y la salvación.
El amor es el impulso de los días, las noches.
El amor hace que nos levantemos por la mañana.

Amar significa aceptarlo como es, con sus defectos y virtudes,
es no querer cambiarle pero desear que crezca y sea mejor cada día. 

Amar es saber que siempre tendrás una persona en la que apoyarte para que te enjuague las lágrimas y te abrace cuando, ignorante tú, intentes engañarle diciéndole que estas bien. 

Amar es tener la firme afirmación de que él no es tuyo, ni tú de él,
pero que vuestras vidas son mejores cuando estáis juntos. 

Amar es saber que tendrás un corazón en el que refugiarte los fríos inviernos,
con el que acampar bajo las estrellas en el caluroso verano. 

Amar es tener la certeza de que no necesitarás decir que te hace falta para que este junto a ti.








Con cada amanecer la muerte se cernía sobre ella, cada anochecer le daba la oportunidad de renacer.
Al aproximarse el ocaso su cuerpo recuperaba la vitalidad; el color café de su piel, el castaño intenso de su pelo resplandecía a los últimos rayos del sol y el verde azulado de sus ojos brillaba en la proximidad de la noche.
Se alzaba sobre todo y todos, y recorría la ciudad desde la familiaridad de su cuarto, desde el acogedor calor de los sueños, y cada noche escuchaba el mismo canto una y otra vez, más allá de su ventana; eres fuerte, soy tu destino. 
Cuando los rayos despuntaban a través de las nubes en el amanecer su piel perdía el color, sus fugaces ojos se volvían tristes, su cabello sin vida, sin brillo, sin cuerpo, y ese lejano mantra que la acompañaba en las noches desaparecía engullido por el ruido del despertar.
Cada noche renacía con más fuerza y cada amanecer desfallecía con más intensidad.
O renacería del todo o moriría para siempre.

Y aquella noche saltó desde la ventana, capaz de sentir el viento, los rayos de la luna, la luz de las estrellas. Vago hasta el borde de la ciudad y allí cayó, esperando ver el amanecer. Y aquella noche algo cambio, ya no oía ese sonido, esa lejana nana. 
Cuando los primeros rayos del sol la rozaron y envejecieron su piel algo se interpuso entre ella y la muerte.
Porque ella era fuerte, y ese era su destino.